Y seré eternamente un cuerpo delicioso.
En cuya planicie se extinguieron las ratas enanas como tú.
Pequeña larva copiona.
Has usurpado el peso de mis jardines con tu balanza jalada
Has ultrajado sus nobles frutos: Mis largas piernas delineadas por un buen par de medias cenizas.
Claro como si este caldo fuera bastante para hervirte hasta hacerte desaparecer.
Como si en estado gaseoso tú y toda tu descendencia se fuera de este mundo con el viento.
Más no quedarse atrapada entre las ondas de radio
Pequeña rata enana, tú y las liendres de tus gatos arderían de venir a llorar a mi techo…
El sacrificio de los felinos los dejo para el poema de mañana.