Mi papá me lo compró!







Y nosotros conocimos al “animal print” en la década de los 60. Cuando el amor solía ser libre y se repartía sin reparos. Parte  de la fortaleza animal asumida en nuestros cuerpos. Abrigos, vestidos, blazers, americanas, guantes, monederos, muebles. Todo venía forrado de cuero sintético de leopardo, tigre, cebra y por qué no piel de culebra. El animal print va desde felinos hasta reptiles.
Yo recuerdo a Cavalli haciendo uso salvaje de este estampado  desde que comía seguramente “Todinito”, desde que era un “ragazzo”. Y claro hasta el año pasado seguía apostando por la pieza en buena parte de su colección. Tanto así que se ha puesto de moda usar un pedacito de tigre, boa y cuanto animal se crucé por la imaginación de cada diseñador en cada blusa, pantalón o pañoleta.
Pero claro en Iquitos Judith Bustos no tenía televisión y a las justas podría comprar la revista HOLA! Perú y no tener más influencia del animal print que los tigrillos amarrados en la tienda de la Charapa pindonga de la tienda. Cavalli y la Tigresa del Oriente no son conscientes del gran vínculo que existe desde siempre entre ellos. Y claro Lady gaga sabe muy en sus adentros que su forro de felino “wawito” que usa en Telephone se lo copiaron a la señora Bustos.
Y lo peor de todo es que ni  Roberto Cavalli, ni la Tigresa del Oriente, Lady Gaga , el gato de mi vecina y mucho menos el mueble de la casa de los Ricketts saben que atesoro un abrigo de peluche leopardo y que todos juntos por la distancia de la moda guardamos una estrecha relación salvaje. Como animales de pieles intercambiables.



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